En Salta, Argentina, los ganados están bien protegidos.
Un duendecillo de cara de cholo y gran sombrero de pelo vigila a los animales y les salva de las maldades humanas.
Coquena observa oculto la labor de los pastores, y es él el que tiende las trampas a aquellos que golpean o matan a las vicuñas o llamas, es Coquena quien desilza serpientes en las casas de los crueles o libera a las bestias que no son merecidas por sus amos.
Pocos han visto al duende, pero todos le respetan.
Nadie mata el ganado para beneficiarse temiendo su castigo.
Y aun hoy, en las aldeas de Salta, cuando aparece algún forastero a pasar algún día, los pastores se golpean con el codo suavemente y señalando con la cabeza murmura: "es Coquena".
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