Wednesday, February 13, 2008

"CERRO LA ISADORA"


Hace tiempo, una hermosa mujer, madre de dos hijos, se fue a vivir a lo que hoy se conoce como el cerro “La Isidora”.
Las malas lenguas (infaltables en toda época) cuentan que era una mujer loca, que había sufrido mucho por la muerte de su marido, al que nunca olvidó.
Las gentes decían que se amaron mucho y que, debido a ese amor, él había muerto asesinado por un primo celoso de ella, Isidora, que era el nombre de la mujer. Más tarde aquel desgraciado intruso, causa del infortunio de Isidora, tan hermosa como la luna llena en una noche estrellada, se suicidó lanzándose al río una noche de San Juan.
Isidora era una mujer bellísima, que gustaba cantar en las noches de verano. Pero todo cambió cuando su amado se fue en brazos de la muerte forzada, aquella muerte detestada por todos. Después de esto, Isidora tomó a sus dos pequeños hijos y se fue con ellos al cerro que hoy lleva su nombre, en San José de Maipo.
Cuando pasó por el pueblo casi nadie se fijó en ella, era una extraña más que llegaba a este valle que oculta misterios y romances malditos.
Esta claro, también, que nadie entendía el porqué de vivir en el cerro, sola y con sus hijos. Algunos lo asimilaban a la supuesta locura de esta mujer, pero otros decían que practicaba la magia negra, como ha sido muy común desde siempre en algunas mujeres del Cajón del Maipo.
Pasó el tiempo y los hijos de Isidora crecieron, y un día decidieron marcharse para probar fortuna en el pueblo o irse a la capital. Isidora se entristeció mucho, pero aceptó que sus retoños se lanzasen a la vida.
Ellos prometieron volver, una y otra vez le dijeron que regresarían para llevársela a un lugar muy hermoso. Por eso cada atardecer, asomada sobre unos riscos, Isidora salía a ver si sus hijos venían. Pero estos nunca regresaron.
La vida se acabó para esta mujer, las lágrimas brotaron sin cesar una y otra vez de sus ojos melancólicos, los pasos comenzaron a decaer, el cabello se volvió blanco como la nieve y las arrugas se hicieron presentes.
Por último, Isidora murió de pena en una noche de Luna.
Los hijos no volvieron, se olvidaron de la madre e hicieron fortuna en el norte.
Pero uno de ellos, muchos años después regresó. Vino a estas tierras y fue al cerro, buscó el lugar donde habían vivido y encontró los huesos de su madre.
Les dio sepultura y se marchó sin decir palabra.
Pero a pesar de esto, por la ingratitud de los hijos y la promesa no cumplida, el alma de Isidora comenzó a vagar por aquel cerro, llorando por ellos.
Hasta el día de hoy aún se puede sentir el triste gemido de Isidora por las quebradas. Este llanto no es como el llanto de la Llorona, es melancólico y dulce a la vez, no daña a nadie. Es el llanto de una alma que no descansa en paz, porque aún no encuentra la luz de sus ojos, sus hijos...

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