La anciana Koonex
En una tradición tehuelche se narra que hace mucho tiempo, los seres humanos y las aves de la Patagonia debían emigrar hacia el norte todos los inviernos por la escasez de alimento. En una toldería tehuelche había una anciana chamán llamada Koonex, que ya no era capaz de emprender el largo viaje, así que sus parientes le hicieron un toldo con pieles de guanaco, le dejaron utensilios y alimentos y se marcharon. La anciana se quedó sola y cayó en un sueño profundo
En la primavera siguiente, algunos pájaros que volvían del norte se posaron en el toldo de Koonek y oyeron cómo la voz de la anciana los reprendía por haberla abandonado. Ella les dijo que los entendía y que por eso haría algo para que nunca más tuvieran que irse y dejarla allí. Cuando el toldo voló, los pájaros pudieron ver que debajo ya no estaba Koonex, sino una planta espinosa de flores amarillas.
Cuando maduraron los frutos, personas y animales notaron que se podían comer y que eran buenos. Por eso ya no fue necesario emigrar hacia el norte. Se cuenta que los tehuelches desparramaron las semillas del calafate (koonex en su lengua) por toda la Patagonia y que quien pruebe sus frutos ya no necesita irse.
Leyendas de America
Tuesday, August 17, 2010
LA DONCELLA CALAFATE
El mito de Calafate es una historia contada por los tehuelches y selknam (onas), indígenas de la Patagonia y Tierra del Fuego, que fue adoptada en el folclore de Argentina y de Chile. Intenta explicar el origen de la planta de calafate.
Existen dos versiones principales. Una cuenta la historia de un amor entre dos jóvenes de tribus distintas, y se conoce en Chile y Argentina; la otra, habla de una anciana tehuelche abandonada, y se cuenta en Argentina.
La doncella Calafate
El mito cuenta que un jefe tehuelche tenía una hija llamada Calafate que era lo que él más amaba. Ella era una hermosa joven de ojos dorados y siempre había obedecido en todo a su padre. Pero las cosas cambiaron cuando el clan de Calafate recibió a un joven selknam para que estuviera a prueba entre ellos y superara el kloketen o rituales de iniciación para convertirse en hombre.
Pronto surgió el amor entre los dos jóvenes y pensaron en irse juntos, a pesar de que los tehuelches solían menospreciar a los selknam y el jefe se oponía rotundamente a la unión. Por sus tradiciones, no podían dañar al muchacho durante el kloketen y para evitar que siguieran con su relación, al padre de Calafate no le quedó más remedio que pedir ayuda al chamán. Éste le respondió que no podría hacer que se acabara su amor, pero sí podría mantenerlos separados para siempre.
La muchacha fue transformada mediante magia en una planta espinosa que nunca antes se había visto en esas tierras, pero que tenía flores doradas como los ojos de Calafate. Por muchos meses el joven vagó por la estepa buscando a su amada y los espíritus lo ayudaron, convirtiéndolo en una pequeña ave que podía recorrer con más velocidad las grandes extensiones patagónicas. Un día de verano, el joven metamorfoseado se posó en un arbusto que no había visto antes y al probar sus frutos se dio cuenta de que eran tan dulces como el corazón Calafate. Así lograron reencontrarse después de haber creído que no sería posible.
Una variante de esta historia cuenta que Calafate era una joven selknam y que el joven era un prisionero yagán atrapado en las costas de Tierra del Fuego.
En la Patagonia se cuenta que el embrujo de Calafate permanece en los frutos de calafate y que quien los coma una vez no dejará de regresar al lugar en que lo hizo.
Existen dos versiones principales. Una cuenta la historia de un amor entre dos jóvenes de tribus distintas, y se conoce en Chile y Argentina; la otra, habla de una anciana tehuelche abandonada, y se cuenta en Argentina.
La doncella Calafate
El mito cuenta que un jefe tehuelche tenía una hija llamada Calafate que era lo que él más amaba. Ella era una hermosa joven de ojos dorados y siempre había obedecido en todo a su padre. Pero las cosas cambiaron cuando el clan de Calafate recibió a un joven selknam para que estuviera a prueba entre ellos y superara el kloketen o rituales de iniciación para convertirse en hombre.
Pronto surgió el amor entre los dos jóvenes y pensaron en irse juntos, a pesar de que los tehuelches solían menospreciar a los selknam y el jefe se oponía rotundamente a la unión. Por sus tradiciones, no podían dañar al muchacho durante el kloketen y para evitar que siguieran con su relación, al padre de Calafate no le quedó más remedio que pedir ayuda al chamán. Éste le respondió que no podría hacer que se acabara su amor, pero sí podría mantenerlos separados para siempre.
La muchacha fue transformada mediante magia en una planta espinosa que nunca antes se había visto en esas tierras, pero que tenía flores doradas como los ojos de Calafate. Por muchos meses el joven vagó por la estepa buscando a su amada y los espíritus lo ayudaron, convirtiéndolo en una pequeña ave que podía recorrer con más velocidad las grandes extensiones patagónicas. Un día de verano, el joven metamorfoseado se posó en un arbusto que no había visto antes y al probar sus frutos se dio cuenta de que eran tan dulces como el corazón Calafate. Así lograron reencontrarse después de haber creído que no sería posible.
Una variante de esta historia cuenta que Calafate era una joven selknam y que el joven era un prisionero yagán atrapado en las costas de Tierra del Fuego.
En la Patagonia se cuenta que el embrujo de Calafate permanece en los frutos de calafate y que quien los coma una vez no dejará de regresar al lugar en que lo hizo.
LAS TRES PASCUALAS
"Las Tres Pascualas" eran tres jóvenes hermanas lavanderas, que durante el siglo XIX concurrían hasta esta laguna en Concepcion, Chile a lavar ropa para ganarse el sustento.
Un día, conocieron a un apuesto forastero, y las tres se enamoraron perdidamente de él.
El hombre les correspondió a cada una, jurándoles amor eterno y huir con ellas cierta noche.
Sin embargo, el día señalado cada hermana llegó a la cita... pero el hombre había escapado.
Locas de dolor, las Pascualas se vistieron de blanco, como las novias, y entraron de a poco a la laguna hasta ahogarse en sus aguas.
Según los lugareños, cada noche de luna ellas se aparecen a quienes pasan por el lugar.
Un día, conocieron a un apuesto forastero, y las tres se enamoraron perdidamente de él.
El hombre les correspondió a cada una, jurándoles amor eterno y huir con ellas cierta noche.
Sin embargo, el día señalado cada hermana llegó a la cita... pero el hombre había escapado.
Locas de dolor, las Pascualas se vistieron de blanco, como las novias, y entraron de a poco a la laguna hasta ahogarse en sus aguas.
Según los lugareños, cada noche de luna ellas se aparecen a quienes pasan por el lugar.
Tuesday, December 15, 2009
EL TRUENO Y EL RAYO
Los esquimales saben bien que el Sol y la Luna, las estrellas, el trueno y el relámpago son personas que se fueron al cielo y que allí viven, pero ninguno sabe por qué.
Saben, eso sí, que el Sol y la luna eran hermanos, pero mataron a su madre y se amaron como hombre y mujer. Por eso, dejaron de ser humanos.
La historia de Trueno y Rayo es ésta:
También eran hermanos y eran huérfanos, no tenían quién se ocupara de ellos, ningún pariente. Vivían en tierra Netsilik. Un día la gente cambió de campamento, siguiendo a los caribúes. Tenían que cruzar el río y por eso prepararon los kayaks y las balsas. Dejaron a los dos pobres huérfanos atrás. Nadie sintió piedad por ellos, eran un estorbo en la larga travesía; los abandonaron para que murieran de hambre.
Largo rato los vieron los niños, mientras se alejaban: no sabían que hacer, no tenían comida ni ropa. Escarbaron entre las casas abandonadas y la basura, a ver si encontraban prendas o víveres olvidados. La hermana encon tró un pedernal; el hermano, un trozo de piel de caribú, estaba tiesa y seca, ya sin pelo. Con estas cosas en las manos, gritaron:
-¿Quiénes seremos, quiénes? Ya no seremos humanos, ¿quiénes seremos, pues?
-Un caribú -dijo la hermana.
-No, los hombres te perseguirían y te matarían.
-Una foca.
-No, los hombres te cazarían.
Así fueron diciendo los nombres de todos los animales, sin decidirse por ninguno.
-Seremos Trueno y Rayo.
-Yo seré Trueno -dijo el niño.
-Yo Rayo -dijo su hermana.
No sabían qué era un rayo, pues no existían. Se elevaron por los aires. La niña golpeaba el pedernal y desprendía chispas; el niño tamborileaba su cuero y los cielos tronaban. Por primera vez el relá mpago y el trueno se vieron en el cielo.
Los hermanos se acercaron al campamento de quienes los abandonaron. Pasaron sobre sus tiendas con su ruido y su fuego mataron a toda la gente y también a los perros.
Otros viajeros llegaron y los encontraron muertos. Se preguntaban qué les habría pasado pues no se veían señales de un ataque y no tenían heridas en el cuerpo. Todos tenían los ojos rojos, inyectados de sangre por el terror. Cuando los tocaron, se deshicieron, pues eran sólo cenizas. A lo lejos se vio un relámpago y, unos segundos después, se escuchó al trueno.
Saben, eso sí, que el Sol y la luna eran hermanos, pero mataron a su madre y se amaron como hombre y mujer. Por eso, dejaron de ser humanos.
La historia de Trueno y Rayo es ésta:
También eran hermanos y eran huérfanos, no tenían quién se ocupara de ellos, ningún pariente. Vivían en tierra Netsilik. Un día la gente cambió de campamento, siguiendo a los caribúes. Tenían que cruzar el río y por eso prepararon los kayaks y las balsas. Dejaron a los dos pobres huérfanos atrás. Nadie sintió piedad por ellos, eran un estorbo en la larga travesía; los abandonaron para que murieran de hambre.
Largo rato los vieron los niños, mientras se alejaban: no sabían que hacer, no tenían comida ni ropa. Escarbaron entre las casas abandonadas y la basura, a ver si encontraban prendas o víveres olvidados. La hermana encon tró un pedernal; el hermano, un trozo de piel de caribú, estaba tiesa y seca, ya sin pelo. Con estas cosas en las manos, gritaron:
-¿Quiénes seremos, quiénes? Ya no seremos humanos, ¿quiénes seremos, pues?
-Un caribú -dijo la hermana.
-No, los hombres te perseguirían y te matarían.
-Una foca.
-No, los hombres te cazarían.
Así fueron diciendo los nombres de todos los animales, sin decidirse por ninguno.
-Seremos Trueno y Rayo.
-Yo seré Trueno -dijo el niño.
-Yo Rayo -dijo su hermana.
No sabían qué era un rayo, pues no existían. Se elevaron por los aires. La niña golpeaba el pedernal y desprendía chispas; el niño tamborileaba su cuero y los cielos tronaban. Por primera vez el relá mpago y el trueno se vieron en el cielo.
Los hermanos se acercaron al campamento de quienes los abandonaron. Pasaron sobre sus tiendas con su ruido y su fuego mataron a toda la gente y también a los perros.
Otros viajeros llegaron y los encontraron muertos. Se preguntaban qué les habría pasado pues no se veían señales de un ataque y no tenían heridas en el cuerpo. Todos tenían los ojos rojos, inyectados de sangre por el terror. Cuando los tocaron, se deshicieron, pues eran sólo cenizas. A lo lejos se vio un relámpago y, unos segundos después, se escuchó al trueno.
AUA Y ORULO
Esta es la historia de Aua y Orulo, dos esposos esquimales, y de su familia.
Aua era el jefe indiscutible de la familia y todos obedecían sus órdenes, impartidas con el tono cordial y festivo que él y su esposa usaban entre sí.
Después de conversar, decidimos ir juntos a cazar morsas. Había llegado el momento en que toda la familia se mudaría, pues era la temporada de ir a cazar al mar. Cazuelas, trastes y utensilios fueron arrojados a los pasillos, p ara ser empacados. Las pieles se sacaron a través de huecos cavados en las paredes, ya que no deben atravesar los umbrales. Los hombres prepararon los trineos.
Kublo hizo un agujero en la pared de su casa. A través del hueco salieron su esposa y su hijita. Como era la primera vez que la niña salía al aire libre, la madre se detuvo ante la casa y Aua se acercó. Descubrió la cabeza de la recién nacida y con los labios cerca de su cara murmuró:
Me levanto de mi reposo con movimientos ligeros como el aletear de las alas de un cuervo. Me levanto a encontrar el día Wa wa. Mi cara se aparta de la oscuridad de la noche para mirar el alba que ahora blanquea el cielo.
Era su primer viaje y la niña debía ser recibida en la vida.
Hicimos el campamento cerca de donde estaban las morsas. Cuando se hace una casa de nieve se mide un círculo alrededor de uno mismo. Los bloques de hielo deben cortarse de adentro hacia afuera, para no cortar la suerte que debe quedar dentro de la casa.
Un día, que estábamos juntos, mi anfitriona me contó:
"Me llamo Orulo, pero mi verdadero nombre es Aquigiarjuk, 'La pequeña gaviota'. Nací en Baffin, pero mis padres se fueron a Iglulik cuando mi madre aún me cargaba en sus espaldas.
"Lo primero que recuerdo es ver a mi madre sola, en una casita de nieve, lejos de nuestra casa. No entendía por qué debía estar en otra casa, pero me dijeron que acababa de tener un hijo y estaba 'contaminada'. No debía acercarse a los animales que los hombres cazaban. A mi me permitía n visitarla cada vez que quería, pero nunca encontraba la entrada de la casita. Yo, era tan pequeña que no podía ver sobre los escalones de nieve de la entrada.
Gritaba: 'Madre, quiero entrar' Alguien me levantaba y me ponía del otro lado de la puerta. La plataforma donde mi madre se sentaba era tan alta que tenía que cargarme para que pudiera subir.
"Regalaron un traje hermoso a mi nuevo hermano.
"A los niños recién nacidos se les hace un traje de de cuervo con plumas en la parte exterior; así serán buenos cazadores, pues los cuervos son capaces de encontrar sustento siempre y no emigran durante el invierno como otras aves.
"Cuando una mujer da a luz, debe hincarse. El niño cae directamente sobre la nieve y nadie debe tocar a la mujer. La mujer dice los nombres de todos los muertos hasta que el niño llora y escoge uno. Al recibir ese nombre, reciben tambien las características del ancestro que se llamó así, y el espíritu de ese antepasado lo acompaña hasta que es hombre.
"También hay que decir palabras mágicas antes de darle de mamar por primera vez. La mujer siempre corta el ombligo con un trozo de pedernal".
Otro día, el propio Aua me contó de su infancia:
"Al llegar la chamana a donde yo había nacido, miró mis ojos saltones y limpió la sangre de mi cuerpo con el plumaje de un cuervo. Luego me envolvió con él. Esas plumas eran mi amuleto. Mi madre las guardó y c uando tuve mi primer kayak, las puso en el fondo de la barca, para que el kayak no se volteara y para que navegara sin peligro sobre el mar.
"Para resguardar el alma del recién nacido, los chamanes deben sacarla del cuerpo del niño antes de limpiarlo. La placenta se entierra con cuidado en un lugar oculto, la lleva el padre y tiene buen cuidado de no dejar huellas para que na die sepa dónde ha quedado.
"Cada hombre tiene un cuerpo, un nombre y un alma. El alma es realmente la que da la vida verdadera, es la que hace de un hombre un hombre, de una foca una foca y de un perro un perro. Es muy semejante al cuerpo. El alma de una foca es como una foca pe queñita; la de un hombre, es una personita.
"-Nació para morir -dijo la chamana Ardjuac cuando me vio -pero vivirá.
"La mujer se quedó con mi madre hasta que reviví.
"Mi madre comía una dieta muy estricta y seguía fielmente las reglas: si comía parte de una morsa, nadie más debía probar la carne de ese animal. Lo mismo con las focas y los caribes. Sólo bebía agua fría, pues si la tomaba tibia, yo no crecería. Ten&iac ute;a trastes especiales y nadie más debía usarlos. Nadie podía visitarla. Me hicieron un traje especial: el pelo del vestido no debía apuntar hacia arriba ni hacia abajo, debía sólo dirigirse hacia mi piel. Ning& uacute;n niño tiene ropa al nacer. No debe coserse ni una prenda antes de saber si vivirá . Todos los niños entran al amuat por primera vez desnudos, sólo con zapatitos de piel. Luego se les hace ropa; a partir entonces jamás se le pued e volver a colocar desnudo en el amuat.
"Cuando mi madre comía, me ponía sobre su regazo y hacía el gesto de remar un kayak. Esto me haría un buen proveedor de comida para la familia en el futuro. Al salir la Luna, ponía un trozo de nieve en mi boca, ya que la Luna es buen cazador.
"Ya era un niño grande cuando salimos de la choza. Todos se portaban muy amables con mi madre, la invitaban a su casa. Íbamos de visita, pero debíamos regresar pronto, pues a los espíritus no les gusta que los niños s e alejen mucho rato de sus casas. Si las madres se entretienen, pierden el pelo de la coronilla. La Luna roba sus hijos a las mujeres. Dicen que se los lleva porque es un gran cazador de focas, que son como niños. Los espíritus atacan a los niños más que a los adultos.
"Yo no sabía entonces nada de esto y, como me gustaban las visitas, golpeaba furioso el cuerpo de mi madre con mis pequeños puños, no quería volver, le orinaba la espalda cuando me cargaba de regreso.
"Nadie puede ser buen cazador o chamán si va mucho rato a casa de los otros. Las mujeres no deben tener mucho tiempo a los niños en su amuat me explicaban.
"La primera vez que vi la Luna fue tanto mi gozo que le arrojó el agua de un balde. La Luna da suerte a los cazadores y fertilidad a las mujeres.
"Cuando era pequeño jugaba a hacer figuras de hilo. Además de ser un juego, los hilos forman figuras entre los dedos para recordar las partes de una historia y para decir los lugares por donde se hace un viaje. Hay un espíritu que se llama Toatnaurshuk, que es el espíritu de las figuras de hilo. Se lleva a las mujeres que pierden el tiempo jugando con hilos. Él hace las mejores figuras y las más complicadas, porque usa sus propias tripas para formarlas.
"Nuestra gente cuida mucho a los niños, los protegen contra los males de muchas maneras: cuando un joven o una madre se peinan, todos los niños de la casa deben quitarse las capuchas, si no lo hacen, morirán.
"Un niño que nunca se acuesta entre su padre y su madre puede hacerse invisible cuando caza animales y acercarse fácilmente a ellos.
"Si se ata un trozo pequeño de bazo de zorro en el interior del calcetín de un niño, no romperá el hielo delgado cuando sea mayor y tenga que perseguir a las morsas y las focas.
"Si se desea que una niña sea hábil costurera, cuando tiene edad para aprender a coser, su madre cose con mucho cuidado un anillo de costura hecho de hocico de caribú en su chaqueta interior.
"Los niños que sobreviven aprenden pronto la dura vida de los esquimales: un niño de 8 años camina ya más de veinte kilómetros en una sola jornada y puede pasar hasta veinte horas sin dormir. También sabe tirar con gran destreza y aprende a orientarse en la niebla. Hay que poner atención al menor detalle, pues de ello depende su vida.
"Al salir el Sol por primera vez después de la larga noche del invierno, los niños deben apagar las lámparas y volverlas a prender, para recibir al Sol con nueva luz."
Aua era el jefe indiscutible de la familia y todos obedecían sus órdenes, impartidas con el tono cordial y festivo que él y su esposa usaban entre sí.
Después de conversar, decidimos ir juntos a cazar morsas. Había llegado el momento en que toda la familia se mudaría, pues era la temporada de ir a cazar al mar. Cazuelas, trastes y utensilios fueron arrojados a los pasillos, p ara ser empacados. Las pieles se sacaron a través de huecos cavados en las paredes, ya que no deben atravesar los umbrales. Los hombres prepararon los trineos.
Kublo hizo un agujero en la pared de su casa. A través del hueco salieron su esposa y su hijita. Como era la primera vez que la niña salía al aire libre, la madre se detuvo ante la casa y Aua se acercó. Descubrió la cabeza de la recién nacida y con los labios cerca de su cara murmuró:
Me levanto de mi reposo con movimientos ligeros como el aletear de las alas de un cuervo. Me levanto a encontrar el día Wa wa. Mi cara se aparta de la oscuridad de la noche para mirar el alba que ahora blanquea el cielo.
Era su primer viaje y la niña debía ser recibida en la vida.
Hicimos el campamento cerca de donde estaban las morsas. Cuando se hace una casa de nieve se mide un círculo alrededor de uno mismo. Los bloques de hielo deben cortarse de adentro hacia afuera, para no cortar la suerte que debe quedar dentro de la casa.
Un día, que estábamos juntos, mi anfitriona me contó:
"Me llamo Orulo, pero mi verdadero nombre es Aquigiarjuk, 'La pequeña gaviota'. Nací en Baffin, pero mis padres se fueron a Iglulik cuando mi madre aún me cargaba en sus espaldas.
"Lo primero que recuerdo es ver a mi madre sola, en una casita de nieve, lejos de nuestra casa. No entendía por qué debía estar en otra casa, pero me dijeron que acababa de tener un hijo y estaba 'contaminada'. No debía acercarse a los animales que los hombres cazaban. A mi me permitía n visitarla cada vez que quería, pero nunca encontraba la entrada de la casita. Yo, era tan pequeña que no podía ver sobre los escalones de nieve de la entrada.
Gritaba: 'Madre, quiero entrar' Alguien me levantaba y me ponía del otro lado de la puerta. La plataforma donde mi madre se sentaba era tan alta que tenía que cargarme para que pudiera subir.
"Regalaron un traje hermoso a mi nuevo hermano.
"A los niños recién nacidos se les hace un traje de de cuervo con plumas en la parte exterior; así serán buenos cazadores, pues los cuervos son capaces de encontrar sustento siempre y no emigran durante el invierno como otras aves.
"Cuando una mujer da a luz, debe hincarse. El niño cae directamente sobre la nieve y nadie debe tocar a la mujer. La mujer dice los nombres de todos los muertos hasta que el niño llora y escoge uno. Al recibir ese nombre, reciben tambien las características del ancestro que se llamó así, y el espíritu de ese antepasado lo acompaña hasta que es hombre.
"También hay que decir palabras mágicas antes de darle de mamar por primera vez. La mujer siempre corta el ombligo con un trozo de pedernal".
Otro día, el propio Aua me contó de su infancia:
"Al llegar la chamana a donde yo había nacido, miró mis ojos saltones y limpió la sangre de mi cuerpo con el plumaje de un cuervo. Luego me envolvió con él. Esas plumas eran mi amuleto. Mi madre las guardó y c uando tuve mi primer kayak, las puso en el fondo de la barca, para que el kayak no se volteara y para que navegara sin peligro sobre el mar.
"Para resguardar el alma del recién nacido, los chamanes deben sacarla del cuerpo del niño antes de limpiarlo. La placenta se entierra con cuidado en un lugar oculto, la lleva el padre y tiene buen cuidado de no dejar huellas para que na die sepa dónde ha quedado.
"Cada hombre tiene un cuerpo, un nombre y un alma. El alma es realmente la que da la vida verdadera, es la que hace de un hombre un hombre, de una foca una foca y de un perro un perro. Es muy semejante al cuerpo. El alma de una foca es como una foca pe queñita; la de un hombre, es una personita.
"-Nació para morir -dijo la chamana Ardjuac cuando me vio -pero vivirá.
"La mujer se quedó con mi madre hasta que reviví.
"Mi madre comía una dieta muy estricta y seguía fielmente las reglas: si comía parte de una morsa, nadie más debía probar la carne de ese animal. Lo mismo con las focas y los caribes. Sólo bebía agua fría, pues si la tomaba tibia, yo no crecería. Ten&iac ute;a trastes especiales y nadie más debía usarlos. Nadie podía visitarla. Me hicieron un traje especial: el pelo del vestido no debía apuntar hacia arriba ni hacia abajo, debía sólo dirigirse hacia mi piel. Ning& uacute;n niño tiene ropa al nacer. No debe coserse ni una prenda antes de saber si vivirá . Todos los niños entran al amuat por primera vez desnudos, sólo con zapatitos de piel. Luego se les hace ropa; a partir entonces jamás se le pued e volver a colocar desnudo en el amuat.
"Cuando mi madre comía, me ponía sobre su regazo y hacía el gesto de remar un kayak. Esto me haría un buen proveedor de comida para la familia en el futuro. Al salir la Luna, ponía un trozo de nieve en mi boca, ya que la Luna es buen cazador.
"Ya era un niño grande cuando salimos de la choza. Todos se portaban muy amables con mi madre, la invitaban a su casa. Íbamos de visita, pero debíamos regresar pronto, pues a los espíritus no les gusta que los niños s e alejen mucho rato de sus casas. Si las madres se entretienen, pierden el pelo de la coronilla. La Luna roba sus hijos a las mujeres. Dicen que se los lleva porque es un gran cazador de focas, que son como niños. Los espíritus atacan a los niños más que a los adultos.
"Yo no sabía entonces nada de esto y, como me gustaban las visitas, golpeaba furioso el cuerpo de mi madre con mis pequeños puños, no quería volver, le orinaba la espalda cuando me cargaba de regreso.
"Nadie puede ser buen cazador o chamán si va mucho rato a casa de los otros. Las mujeres no deben tener mucho tiempo a los niños en su amuat me explicaban.
"La primera vez que vi la Luna fue tanto mi gozo que le arrojó el agua de un balde. La Luna da suerte a los cazadores y fertilidad a las mujeres.
"Cuando era pequeño jugaba a hacer figuras de hilo. Además de ser un juego, los hilos forman figuras entre los dedos para recordar las partes de una historia y para decir los lugares por donde se hace un viaje. Hay un espíritu que se llama Toatnaurshuk, que es el espíritu de las figuras de hilo. Se lleva a las mujeres que pierden el tiempo jugando con hilos. Él hace las mejores figuras y las más complicadas, porque usa sus propias tripas para formarlas.
"Nuestra gente cuida mucho a los niños, los protegen contra los males de muchas maneras: cuando un joven o una madre se peinan, todos los niños de la casa deben quitarse las capuchas, si no lo hacen, morirán.
"Un niño que nunca se acuesta entre su padre y su madre puede hacerse invisible cuando caza animales y acercarse fácilmente a ellos.
"Si se ata un trozo pequeño de bazo de zorro en el interior del calcetín de un niño, no romperá el hielo delgado cuando sea mayor y tenga que perseguir a las morsas y las focas.
"Si se desea que una niña sea hábil costurera, cuando tiene edad para aprender a coser, su madre cose con mucho cuidado un anillo de costura hecho de hocico de caribú en su chaqueta interior.
"Los niños que sobreviven aprenden pronto la dura vida de los esquimales: un niño de 8 años camina ya más de veinte kilómetros en una sola jornada y puede pasar hasta veinte horas sin dormir. También sabe tirar con gran destreza y aprende a orientarse en la niebla. Hay que poner atención al menor detalle, pues de ello depende su vida.
"Al salir el Sol por primera vez después de la larga noche del invierno, los niños deben apagar las lámparas y volverlas a prender, para recibir al Sol con nueva luz."
YINCIHAUA
Leyenda de Tierra del Fuego
YINCIHAUA(Leyenda Selk’nam - Ona)
Todos los años en la primavera, las jóvenes mujeres onas se juntaban en una choza especial, para la importante fiesta llamada “yincihaua”. Acudían desnudas, con el cuerpo pintado y en sus rostros máscaras multicolores. Tenían gran imaginación para hacerse hermosos dibujos geométricos, que representaban los distintos espíritus que viven en la naturaleza. Ellos les daban los poderes que ejercían sobre los hombres.
Ese día una de las niñas tomó con mucho cuidado un poco de tierra blanca y empezó lentamente a trazar las cinco líneas que pensaba pintar desde su nariz hasta las orejas. Las otras jóvenes trataron de imitarla, ya que las figuras en el rostro eran muy importantes.
La fantasía de cada una se echó a volar y se pintaron de arriba abajo con armoniosas figuras. Unas a otras se ayudaban, pero para no ser reconocidas, se pusieron en sus rostros unas máscaras talladas. Blanco, negro y rojo eran los colores preferidos. En un momento dado, cuando ya estaban todas preparadas, salieron de la choza con grandes chillidos y mucho alboroto para asustar a los hombres que las esperaban afuera.
La bulliciosa ceremonia se encontraba en su apogeo y todos daban gritos, cuando sobre el tremendo ruido reinante se escuchó una fuerte discusión entre el hombre sol y su hermana, la mujer-luna.
-Yo no te necesito- insistía con altivez la luna.
-Sin mí, no puedes vivir- le contestó sarcástico el sol.
-Perdería mi brillo quizás, pero seguiría viviendo.
-Sin el brillo que yo te doy no vales nada.
-No seas tan presumido, hermano sol.
-Tú deberías ser más humilde, hermana luna.
Y así siguieron la disputa como dos niños chicos. Todos los hombres se pusieron de parte del sol y las mujeres apoyaron a la luna. La discusión fue creciendo, creciendo y ni siquiera el marido de la mujer luna, que era el arcoiris o “akaynic”, pudo lograr que la armonía volviera a reinar entre la gente de la tribu.
De pronto, un gran fuego estalló en la choza del “yincihaua”, donde las mujeres habían ido a buscar refugio cuando la pelea se hizo más fuerte. Allí estaban encerradas cuando las alcanzaron las llamas.
Aunque el griterío fue inmenso, ninguna logro salvarse. Todas murieron en el incendio. Pero se transformaron en animales de hermosa apariencia, según había sido su maquillaje. Hasta hoy mantienen esas características y las podemos ver, por ejemplo, en el cisne de cuello negro, en el cóndor o en el ñandú.
Afortunadamente ellas nunca supieron lo que había sucedido. Les habría dado mucha pena, porque fueron los propios hombres los que prendieron el fuego. Es que tenían envidia del poder que en el comienzo de los tiempos ostentaban las mujeres, y querían quitárselo.
Después de este penoso episodio, la mujer-luna se fue con su esposo “akaynic” hasta el firmamento. Detrás de ellos, queriendo alcanzarlos, se fue corriendo el hombre-hermano-sol, pero no pudo lograrlo.
Todos se quedaron, sin embargo, en la bóveda celestial y no volvieron a bajar a las fiestas de los hombres.
Fuente: Del Libro “El Mundo de Amado”. Leyendas de Tierra del Fuego. Lucía Gevert.Gentileza Ser Indígena
Todos los años en la primavera, las jóvenes mujeres onas se juntaban en una choza especial, para la importante fiesta llamada “yincihaua”. Acudían desnudas, con el cuerpo pintado y en sus rostros máscaras multicolores. Tenían gran imaginación para hacerse hermosos dibujos geométricos, que representaban los distintos espíritus que viven en la naturaleza. Ellos les daban los poderes que ejercían sobre los hombres.
Ese día una de las niñas tomó con mucho cuidado un poco de tierra blanca y empezó lentamente a trazar las cinco líneas que pensaba pintar desde su nariz hasta las orejas. Las otras jóvenes trataron de imitarla, ya que las figuras en el rostro eran muy importantes.
La fantasía de cada una se echó a volar y se pintaron de arriba abajo con armoniosas figuras. Unas a otras se ayudaban, pero para no ser reconocidas, se pusieron en sus rostros unas máscaras talladas. Blanco, negro y rojo eran los colores preferidos. En un momento dado, cuando ya estaban todas preparadas, salieron de la choza con grandes chillidos y mucho alboroto para asustar a los hombres que las esperaban afuera.
La bulliciosa ceremonia se encontraba en su apogeo y todos daban gritos, cuando sobre el tremendo ruido reinante se escuchó una fuerte discusión entre el hombre sol y su hermana, la mujer-luna.
-Yo no te necesito- insistía con altivez la luna.
-Sin mí, no puedes vivir- le contestó sarcástico el sol.
-Perdería mi brillo quizás, pero seguiría viviendo.
-Sin el brillo que yo te doy no vales nada.
-No seas tan presumido, hermano sol.
-Tú deberías ser más humilde, hermana luna.
Y así siguieron la disputa como dos niños chicos. Todos los hombres se pusieron de parte del sol y las mujeres apoyaron a la luna. La discusión fue creciendo, creciendo y ni siquiera el marido de la mujer luna, que era el arcoiris o “akaynic”, pudo lograr que la armonía volviera a reinar entre la gente de la tribu.
De pronto, un gran fuego estalló en la choza del “yincihaua”, donde las mujeres habían ido a buscar refugio cuando la pelea se hizo más fuerte. Allí estaban encerradas cuando las alcanzaron las llamas.
Aunque el griterío fue inmenso, ninguna logro salvarse. Todas murieron en el incendio. Pero se transformaron en animales de hermosa apariencia, según había sido su maquillaje. Hasta hoy mantienen esas características y las podemos ver, por ejemplo, en el cisne de cuello negro, en el cóndor o en el ñandú.
Afortunadamente ellas nunca supieron lo que había sucedido. Les habría dado mucha pena, porque fueron los propios hombres los que prendieron el fuego. Es que tenían envidia del poder que en el comienzo de los tiempos ostentaban las mujeres, y querían quitárselo.
Después de este penoso episodio, la mujer-luna se fue con su esposo “akaynic” hasta el firmamento. Detrás de ellos, queriendo alcanzarlos, se fue corriendo el hombre-hermano-sol, pero no pudo lograrlo.
Todos se quedaron, sin embargo, en la bóveda celestial y no volvieron a bajar a las fiestas de los hombres.
Fuente: Del Libro “El Mundo de Amado”. Leyendas de Tierra del Fuego. Lucía Gevert.Gentileza Ser Indígena
Monday, December 1, 2008
EL NIñO CRUEL
En las solitarias huellas de la alta cordillera, en las noches oscuras y ventosas
se aparece un niño llorando, muy bello y bien vestido, porta un ramo de rosas rojas.
El jinete que lo ve, se acerca pensando que esta perdido, conmovido lo instala en su montura con el proposito de ponerlo a salvo.
Traspasado un trecho, el niño no llora mas y cuando el jinete lo mira, nota que se sus ojos salen llamaradas.
El jinete se aterra y corre el riesgo de morir en algun precipicio, pues el caballo corre despavorido.
Si tiene suerte, logra parar el galope y bajar al niño...
se aparece un niño llorando, muy bello y bien vestido, porta un ramo de rosas rojas.
El jinete que lo ve, se acerca pensando que esta perdido, conmovido lo instala en su montura con el proposito de ponerlo a salvo.
Traspasado un trecho, el niño no llora mas y cuando el jinete lo mira, nota que se sus ojos salen llamaradas.
El jinete se aterra y corre el riesgo de morir en algun precipicio, pues el caballo corre despavorido.
Si tiene suerte, logra parar el galope y bajar al niño...
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